martes, abril 19, 2022

Reflexiones sobre la vida (y la muerte)

Hace poco tiempo falleció mi mamá. El tener que discutir el tema aún hace que se me quiebre la voz, y algunas lágrimas comienzan a brotar. Sin embargo, este evento me invita a hacer una reflexión porque es el fin de una etapa. Me explico. Mi papá también ya falleció, hace 15 años. Pero, en esa ocasión, la que se quedó con la batuta (que hacer con sus cosas, trámites, velorio, etc.) fue mi mamá. En esta ocasión, nos toca a mi hermano y a mi tomar esas decisiones. 

Desde que me "salí" de la casa, a pesar de que nunca ha habido problemas en la relación con mi hermano, mi mamá fue la liga, el puente de comunicación entre los dos. Ahora depende de nosotros mantener esta comunicación. Ella también era el vínculo con otros parientes, tanto del lado de materno como del lado paterno. Por lo tanto, algunas relaciones tal vez se pierdan, o se enfríen, si no las seguimos cultivando. Con mi hermano la estoy tratando de estrechar un poco más.

Notificar a la familia fue difícil, y mi hermano tomó llevó está parte, por ser el que estuvo más cerca de ella en los últimos días. Creo que le pasó algo de factura, pero espero no sea muy alta.

Algo de lo que me alegro, es que mi mamá terminó siendo muy organizada. En mi infancia recuerdo a mi papá diciéndole que tuviera orden en sus cosas, que pusiera cada cosa en su lugar. Eso estoy haciendo yo ahora con mi familia. Este orden facilitó el realizar algunos trámites, y me invita desde ya a hacer algo similar con mis documentos. Por lo menos ya inicié el proceso.

Mi mamá falleció en un asilo. Para poder entrar, solo la admitían con algo de ropa, medicinas, y una lista de materiales que le teníamos que proveer con regularidad (papel de baño, cepillo de dientes y toallas húmedas, por poner un ejemplo). Previo a mudarse, ella vivía en un departamento rentado. Al momento de la mudanza, hubo que decidir que hacer con sus muebles, cama, ropa de cama, platos, cubiertos, etc. Algunas cosas nos las repartimos entre mi hermano y yo, las demás las hemos ido regalando o vendiendo, según el caso. Solo por aclarar, esto lo hicimos una vez que falleció, ya que sus cosas seguían disponibles en caso de regresar a otro departamento, si no había posibilidad de seguir en el asilo. 

Ya fallecida, nos ha tocado revisar documentos, maletas, ropa. Hemos encontrado fotos de mis abuelos, de su hermana también fallecida, de mi papá, además de regalos que le hicimos, y que conservaba con cariño. Ahora que ya no está, ¿qué hacemos con ellos? Todavía le sobreviven 2 hermanos, y algunas fotos y recuerdos serán para ellos. Por lo demás, aun estamos decidiendo. Lo que también me lleva a pensar, ¿qué va a pasar con mis pertenencias? Libros, diplomas, fotos, adornos. Algunas pasarán a mi descendencia, y otras dependerá de cuáles son las circunstancias específicas de mi partida. Un testamento sirve para cosas legales, o de valor. Sin embargo, aquella medalla de una carrera, una estatuilla de Sherlock Holmes que compré con mi primera tarjeta de crédito, postales de algunos viajes, tendrán un destino incierto. También tengo varias cosas en digital, y no en todas se puede designar una acción "post mortem". 

La verdad es que llegamos a este mundo desnudos, y desnudos nos vamos. Cenizas o un cuerpo enterrado es todo lo que queda. Las creencias personales nos dicen qué sucede con nosotros después de morir. Puede ser el cielo o el infierno, o simplemente regresamos a ser polvo de estrellas. Nuestra existencia solo queda en la memoria de nuestros seres queridos y solo mientras ellos vivan. Si llegamos a realizar algo extraordinario, bueno o malo, tal vez seamos recordados por más personas, y por más tiempo. Sin embargo, esto último me tiene sin cuidado. Cada acción tiene una reacción, por lo que nuestras acciones siempre dejarán huella, ligera o profunda, en los demás. 

Al final, nada como la muerte, para valorar la vida. Y también, nada como vivir, para no tener miedo de morir.